lunes, 13 de mayo de 2013

Resilencia y Emoción Positiva

Persona resilente
Para comenzar analicemos que significa Resiliencia:
La resiliencia es la capacidad para afrontar la adversidad y lograr adaptarse bien ante las tragedias, los traumas, las amenazas o el estrés severo.
Ser resiliente no significa no sentir malestar, dolor emocional o dificultad ante las adversidades. La muerte de un ser querido, una enfermedad grave, la pérdida del trabajo, problemas financiero serios, etc., son sucesos que tienen un gran impacto en las personas, produciendo una sensación de inseguridad, incertidumbre y dolor emocional. Aún así, las personas logran, por lo general, sobreponerse a esos sucesos y adaptarse bien a lo largo del tiempo.

Pero, ¿cómo lo hacen?
La resiliencia no es algo que una persona tenga o no tenga, sino que implica una serie de conductas y formas de pensar que cualquier persona puede aprender y desarrollar. Desde la Neurociencia se considera que las personas más resilientes tienen mayor equilibrio emocional frente a las situaciones de estrés, soportando mejor la presión. Esto les permite una sensación de control frente a los acontecimientos y mayor capacidad para afrontar retos. La resiliencia posee dos componentes básicos bien definidos:
Resistencia frente a las adversidades, que es la capacidad de mantenerse íntegro ante situaciones de grandes exigencias o presiones y conservando la esperanza. 
Capacidad de aprender de la adversidad y reconstruir la vida creativamente, transformando los aspectos negativos en nuevas oportunidades y ventajas.

Para poder desarrollar la capacidad de resiliencia será necesario:
Contar con otro ser humano; todos en circunstancias difíciles necesitamos alguien que sea muestro amigo, que nos acompañe y nos ayude a crear vínculos sanos con nosotros mismos y con el entorno, esto produce: autoestima consciente.
Encontrar el significado o sentido de lo que ocurre en la vida.
Aprender habilidades sociales que nos permitan resolver inconvenientes.

Como docentes y padres, respetar y fomentar la autoestima del niño a lo largo del proceso educativo.
Vivir con sentido del humor, de manera de poder integrar a nuestra vida de forma positiva nuestros males.
Ser creativos, para poder crear orden a partir del caos y el desorden.
Desarrollar nuestra moralidad, para que nos permita extender el deseo personal de bienestar a toda la humanidad y comprometernos con los valores.
Si bien la promoción de la salud, la prevención, tratamiento y rehabilitación de enfermedades y la superación de situaciones desfavorables y/o traumáticas, puede realizarse en cualquier momento de la vida, la mejor etapa es en la infancia.
Ya que es en esta etapa donde se comienza a construir esquemas cognitivos- afectivos y adquirir valores que regirán nuestra vida en un futuro.
Cuando los recursos externos (sociales y económicos) son escasos, se debe poner especial énfasis en los recursos internos tales como el optimismo, la felicidad, la esperanza, la autoestima, para fortalecer de ésta manera la capacidad de nuestros niños al momento de afrontar las adversidades de la vida, superarlas y seguir adelante.
Es así como podemos establecer una clara relación entre las emociones positivas y la resiliencia.
Se puede decir que una emoción es positiva cuando contribuye al bienestar y a la salud mental.
Las personas capaces de manifestar con las palabras lo que sienten, de hablar con otros acerca de sus propios sentimientos, son más sanas y equilibradas; será importante para nuestros niños que les brindemos el espacio y tiempo necesarios para que ellos puedan expresarse con sinceridad y sin temor.
Otro factor importante a tener en cuenta, es que si bien la emoción se traduce en una conducta; y es por esta razón que lo que hacemos depende de nuestro estado de ánimo, también lo opuesto es verdad, en el sentido de que podemos actuar intencionalmente para generar emociones.
Estas conductas dirigidas conscientemente son capaces de producir cambios humorales y fisiológicos tanto en el cerebro como el resto del cuerpo.
Las aulas no sólo son espacios del proceso de enseñanza-aprendizaje, sino constructores y facilitadores de resiliencia, pues las fortalezas de un alumno lo harán pasar de un estado de riesgo escolar, o incluso vital, a la superación de ese estado de riesgo y el ingreso en otro donde estará ileso y saldrá fortalecido. Las relaciones constructoras de resiliencia en la escuela se caracterizan por centrarse en los puntos fuertes de los alumnos. Los docentes que trabajan en las escuelas deben buscar las fortalezas de cada alumno con la misma minuciosidad que suelen emplear para detectar sus problemas, y hacérselas ver para hacer de éstas una herramienta de la enseñanza.
Pongamos un ejemplo de cómo fomentar la resiliencia desde la escuela: a Pedrito —que no ha comprendido el tema— no debemos obligarlo a que lo exponga, porque en realidad el único expuesto será él (no el tema). Lo mejor será hablar con él al final de la clase y explicarle que si no estudia y no se pone al corriente podrá reprobar, de manera que cuenta con el apoyo del maestro para ponerse al corriente.

No hay comentarios :

Publicar un comentario